sábado, 18 de diciembre de 2010

Otro mago

Hoy conocí a otro mago, pero sus magias eran diferentes a las mías, eran magias alegres y musicales. El hombre tenía chorros de colores y besos encerrados en tres minutos, como cartuchos felices que al martillarse con guitarras liberaban escenas y nubes que transportan, visiones de amor y de abrazos.
Otro cartucho se abre y empieza otra magia. Cierro los ojos y me dejo llevar a media luz, con una bombita verde que corta un pedazo de oscuridad justo a través de mi cara.
La magia fluye de las bocas, de las maderas, de los metales, y me hundo, o me elevo, no se bien.
Es una magia potente pero volátil. Golpea en el centro del corazón y a veces incluso lo penetra con sonidos del alma, pero al poco de brotar de las varitas se evapora, se disulve en el aire. De modo que los magos que se dedican a este arte deben cantar sus hechizos constantemente, en un torrente continuo y conmovedor que todo lo envuelve. Y la gente los mira, y los ojos ardientes de las mujeres los besan y los abrazan y les ruegan amor.

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