viernes, 10 de diciembre de 2010

Mi amiga que escribe

Derrotado no era la palabra, pero después de leer las piezas de su amiga tuvo una sensación particular, reconoció que eran superiores a las suyas. Tenían un estilo tan especial, de una brutalidad elegante, de a ratos sensual, que podía hacer saltar una decapitación o un tío pervertido de atrás de cualquier rincón.
Además sus magias eran más duraderas. A él le costaba mucho sostener sus creaciones a través de las páginas. Había aprendido a hacer brotar de sus dedos flores y tigres, pero a poco de nacer, éstos se derretían inevitablemente en el aire entre chispazos de oro. Rara vez vivían mas de uno o dos párrafos. Ella en cambio había demostrado ser una mejor arquitecta, elevando de la nada, por ejemplo, un pueblito acalorado al este de santa fe. tachado al medio por una ruta. este se iba olvidando a medida que uno se alejaba del centro, cuando sus calles se confundían con el desierto y las paredes de las casas se hacían de barro despintado, fundiéndose en la distancia con la tierra original.
Yo podía edificarlo también, pero era mas como un espejismo, una ilusión fugaz. El de ella en cambio se poblaba de gentes y de dos mujeres que se amaban en secreto, a espaldas de hijos y maridos. En el mío solo fantasmas.
Pero así y todo, que contento estaba de que ella hubiera empezado a escribir, que contento.

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